Elisabeth Pauline Ottilie Luise de Wied nació el 29 de diciembre de 1843 en el ducado de Nassau, hoy el estado de Renania-Palatinado, en el oeste de Alemania. Con 26 años, en 1869, se convertiría en reina de Rumanía, un país de Europa del Este que llevaba bajo influencia otomana durante casi cuatro siglos, un país que buscaba su camino hacia la modernización. Casada con el príncipe Carlos I de Hohenzollern-Sigmaringen tres años después de que él asumiera el trono rumano en 1866, Isabel se identificó plenamente con su misión como soberana: estuvo junto a su marido y junto a la nación rumana en todos los momentos clave de la historia. Se involucró en el tratamiento de los heridos en el frente de la guerra de independencia de 1877-1878, fundó la Sociedad “Reina Isabel” que sentó las bases del sistema de caridad en Rumanía y apoyó programas sociales para los desfavorecidos. Las huellas de la participación de la reina se pueden ver por todas partes en la historia de Rumanía de la segunda mitad del siglo XIX y los historiadores han escrito libros en los que muestran el alcance de su personalidad.
Pero la reina Isabel también fue una intelectual en el verdadero sentido de la palabra. No solo fue mecenas de las artes en Rumanía, sino que también fue escritora y traductora, fuertemente influenciada por la espiritualidad cristiana. Escribió bajo el seudónimo de Carmen Sylva más de 1000 poemas, 90 relatos recogidos en cuatro volúmenes, 30 obras de teatro y cuatro novelas. Su obra ha sido traducida al rumano por grandes nombres de la literatura rumana como Mihai Eminescu, George Coșbuc, Mite Kremnitz o Adrian Maniu. Sus preocupaciones culturales y su forma de pensar encajaban con su presencia física. Del escritor francés Pierre Loti (1850-1923) nos queda una descripción realista de la primera reina de Rumanía: “la reina es alta, tiene los ojos azules y un poco inseguros; busca atentamente la mirada de los demás para adivinar sus pensamientos más rápidamente. Sus cejas suavemente arqueadas tienen una movilidad extraordinaria; su boca armoniosa está acostumbrada a sonreír, revelando una dentadura muy blanca y hermosa. Bajo este resplandor de inteligencia, amabilidad y sinceridad con que saluda a sus invitados para hacerlos sentir mejor, se esconde la sombra de una modestia profunda, un asombro ingenuo cuando responde al apelativo de ‘Majestad’… Como si olvidara su rango, lo que resalta aún más la chispa que sabe controlar”.
Las últimas ediciones de la obra de la reina Isabel incluyen dos tipos de escritos que quedaron inéditos. Se trata de la correspondencia con su marido Carlos I, en dos tomos, titulada “Con tierno amor, Isabel… Siempre fiel a ti, Carlos”, y el libro de reflexiones y ensayos titulado “Palabras del alma”. La escritora Tatiana Niculescu comentó el volumen “Palabras del alma” y señaló la profundidad espiritual de la soberana que superaba su imagen:
“Antes de leer los dos volúmenes, yo tenía una imagen bastante estática de la reina Isabel, una imagen de reina efigie, de mujer decorativa, como vemos en películas o biografías de gran popularidad. Solo la correspondencia me reveló a una mujer extraordinaria, sumamente viva y sutil en todo lo que escribía. La correspondencia, como las «Palabras del Alma», son momentos de reflexión personal. Es un libro de historia, es la recuperación del pensamiento esencial de la reina Isabel, pero es tal vez un libro de oraciones, un libro de pensamiento teológico o un diario espiritual. Probablemente es todo esto a la vez. Estamos ante una reina que a finales del siglo XIX ya tenía una espiritualidad cristiana tan cohesionada y viva, en un mundo en el que había todo tipo de vacilaciones, aproximaciones, revisiones diversas en materia de teología cristiana y de pensamiento cristiano”.
Por su parte, la escritora Tania Radu mostró cómo la educación formativa religiosa de la reina Isabel la ayudó a ser una persona tan buena y apreciada por los demás.
“Tenemos ante nosotros un libro curativo por el grado de su autenticidad. La reina Isabel elevó el listón de la experiencia espiritual de la vida, sobre todo cuando alguien tiene un papel de liderazgo, en un país aún en formación. El rey Carlos I interpretó este papel de manera muy excepcional, y ahora conocemos con más detalle cuál fue el papel de la reina Isabel junto a él. La princesa Isabel fue educada con extremo cuidado y mucho más allá de lo que era habitual en las casas principescas de la época. Un ejemplo de los métodos utilizados era que tenía clases de religión con su madre y las daban a las 6 de la mañana, todos los días. Esta disciplina aparentemente austera y opresiva crio a un ser humano extraordinariamente sensible, extraordinariamente cariñoso y dotado para los demás, manteniendo la fibra autoritaria de quien tiene un guía espiritual y es guiado por él”.
La reina escritora Isabel estuvo a la altura de las exigencias de su tiempo hasta el final. Se mantuvo al lado del rey Carlos I durante 45 años, hasta su muerte en 1914. Y el 18 de febrero de 1916 partió también ella a la eternidad, a la edad de 72 años.
Fuente: Radio Romania International